20080803

Reconstruyendo la historia, me acordé que esa madrugada caminaba con el Ñaja por Carmen con Victoria. Veníamos de un carrete donde Don Cuma, en el que habíamos bailado con unas chiquillas y no habíamos podido concretar por pura culpa del alcohol que nos vuelve inadaptados. Ya cansados de caminar, tratábamos de hacer parar un taxi. En realidad, trataba yo, porque el Ñaja es un flaite culiao "como el arroz", que sólo sirve para acompañar. Pasa un taxi, fuerte y prepotente, sin parar hasta el semáforo de adelante. Yo le grito "para po` sapo feo y la reconchetumare". Entonces del taxi se baja un hombre mediano, de cara media. "Chucha, si este culiao se bajó es porque es bueno pa los combos" pienso yo y saco mis manoplas. No sé qué hace el Ñaja en esos segundos eternos en que yo aleteo puñetes sin éxito. Le doy de pasada en una ceja. Retrocede. Yo en vez de rematarlo me confío y aprovecho de insultar. Se sube al taxi y hace rugir el motor. Yo sigo insultando. Entonces se baja con un bate. Intento correr, pero no alcanzo, me voy a piso en negro. Mentiría si dijera que recuerdo el golpe. Del Ñaja ni rastro mental. Cuando despierto estoy en esta posta ordinaria, al lado de este cuma culiao y cuidado por una enfermera cero aporte que no me da jalea. Mi vieja me cuenta que el taxista puso una denuncia y que voy a necesitar que el Ñaja testifique a mi favor. De nuevo me tiré.

polaco

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