20080824

OXÍMORON

Parece que no nos estamos entendiendo, mire, no sé si lo dije bien, parece que quise decir otra cosa, yo sé qué quise decir, y lo dije, la teoría de la enunciación, es eso, sí, a ver si me explico, pero esta no es una escena, no, no me malinterprete, porque qué son los metalenguajes.

Papadoupoulos

JUVENTUD

ahí caí
llorando
dejando una mancha triste de vino en el suelo

20080822

LOS VIVOS ESTÁN DEMASIADO VIVOS PARA PREOCUPARSE DE LOS MUERTOS; LOS MUERTOS, DEMASIADO MUERTOS PARA PREOCUPARSE DE LOS VIVOS

El amorégo tergirvesado

Herodoto, LA DIFERENCIA ENTRE UN ORIFICIO Y UN VACÍO Y OTROS ENSAYOS SOBRE LA GEOGRAFÍA

El Loro, un curao de la plaza Buzeta, soñaba con hacer una película que tuviera una sólo toma que consistiera en una cámara dispuesta sobre la muralla divisoria de dos patios mirando por igual a ambos, con la muralla- muy delgada como casi todo en la arquitectura barata de hoy en día- como división central. La trama sería, en el patio de la izquierda, una carrete desenfrenado en que tres hombres desenfrenados terminan realizando una orgía con dos mujeres, una gorda y otra flaca, preciosas. En el patio de la derecha conversaría dramáticamente un matrimonio sobre la drogadicción de su hijo menor, la pobreza del mayor y la ausencia de la hija restante.

Lástima que nunca ni el Loro, ni todos los pastabaseros que lo escuchaban por obligación, tendrán algo que ver con una cámara, a menos que maten a alguien de mayor valía en pesos.



Polanco
Cuando el profesor preguntó nuestra opinión sobre la obra, Millaray, una loca de mi curso, cuica, rica, engrupida y ciega de su fracaso, dijo que le había parecido una historia demasiado banal, sin ningún mensaje para el público, recargada a lo grotesco y al doble sentido. Yo, tratando de ser lo menos corrosivo que me permitiera mi rabia, intenté enarbolar una teoría sobre la seminalidad femenina para explicar los chistes que no recuerdo de qué manera se conectaba con la idea de que el olvido es una idea metafísica, como la muerte, porque existe sólo en forma de ausencia. Como no supe darle un buen remate a la explicación, se me ocurrió que la mejor alternativa era lanzar algunas chuchadas a los benjamines de la cultura que sólo miraban hacia arriba, al cielo, y hacia abajo, al infierno; nunca hacia la ventana del lado, por la que se asomaba un auxiliar con una mancha de vino- o betarraga- en el delantal. En eso, Millaray se rebajó el escote y levantó la mano indignada para decir "no se preocupe profe, el piter intenta ser una especie de provocador, pero ni siquiera eso le sale bien". Yo, al verme aludido sin ningún ánimo de discutir, interrumpí "¿y que weá?- si no te provoco, no cacareai tanto poh, PAJARONA". Desde ese momento perdí toda esperanza de vengarme en la cama; la guerra era explícita.




Polanco
Gastón, el lamevergas del edificio, escribía a contrapelo un ensayo sobre la administración de medios periodísticos, sin saber que en el departamento de arriba, Fresia lamía la verga de su hijo, Bruno Vidal, quien a futuro realizaría un trabajo poético que obviaba lo ético y violentaría la memoria de detenidos desaparecidos como Fernando- tío de Gastón, el lamevergas del edificio-, cuyos restos están perdidos seis metros bajo un sitio equidistante del mar y Puchuncaví, un pueblo sin mar, envidioso de Horcón, caleta donde los jipis se confunden con la marginalidad para vender unos paraguas con olor a almeja que te dejan hablando hueás como"insurrecto en su recto el pasta se desquitaba sin noción de la justicia"; palabras a las que Gastón reaccionaría con escozor, Fresia con rabia, Bruno con risa y Fernando... Fernando no reaccionaría porque ya se volvió uno con la piedra, que años más tarde un empresario explotará para construir paredes muy alejadas de la gente, lo que no será obstáculo para que el Piter las raye con su estilo de favela brasileña y sus "tags"(seudónimos en paredes) mapuches que reivindican la sempiterna mandíbula que no perdona y no perdonará, y que- como el pasta-, no quiere justicia sin antes venganza.


Polanco

20080820

3





No vi a Danilo por muchos días, supongo que por lo de la pelea ahora no salía mucho a la calle. La verdad es que yo también salía menos. Mi ánimo no era de los mejores por esos días; mi madre me regañaba porque según ella me había vuelto hosco e insolente. La televisión acaparó la mayor parte de mi tiempo por muchos días. Por momentos, el ocio mi niéz solitaria en casa se me hacía insoportable, especialmente a la hora en que la tele sólo transmitía "Los Venegas" y teleseries mexicanas. Aunque más de alguna vez me quedé viendo los griteríos y cachetadas de mujeres que me triplicaban en edad y llanto, de a poco empecé a tomar conciencia de que mi lugar estaba afuera, con el resto de los cabros. Además, ya ni siquiera estaba Danilo entre ellos. No había riesgo; debía volver a la plaza. Y no es que le temiera mucho a la confrontación física, porque ya lo había derrotado una vez, le temía mucho más a un ataque sorpresivo y maletero. El recuerdo de los momentos de amistad me hacían pensar que sería incapaz de hacerme algo así, pero aún así le temía, la magnitud de la herida daba lugar a todo tipo de dudas.

Un día fui a comprar un helado a la botillería y vi al Elvis y al Claudio chuteando unos penales en la cancha. Era enero y el calor infernal se esparcía líquido sobre el pavimento de la cancha, de la misma manera en que el Claudio se revolcaba para sacar un pencazo bien colocado. "¿Se puede?" pregunté, casi como por cumplir un código ritual, porque era seguro que siempre se podía. Yo pensaba por ese entonces que el fútbol era un bien forzoso cuya presencia era ineludiblemente obvia en cualquier futuro que me pudiese imaginar. Con un "se puede" se abrían las canchas de todo el mundo. La pelota la podían acariciar todos, sólo bastaba que tuvieran la decisión suficiente para sacársela al Elvis de los pies. Aunque no resultaba nada fácil quitársela, a él tampoco le resultaba sencillo pasarme y enfrentarse al Claudio, ágil para achicar como nadie. Así se pasó esa tarde en la cancha. Igual que el día siguiente, y los que vendrían, el sol quemaba la piel de nuestras piernas y de la pelota. Llegaban más o menos cabros, pero era cuestión de que se encontraran dos para que el pichangueo estuviera armado. De Danilo, ni rastro. Ahora, años después, entiendo mejor su naturaleza invernal, incompatible con esa aridez. El barro se amontonaba de manera perpétua sobre sus ropas y su pelo negro mojado por la lluvia y por el sudor de sus largos trotes. Porque Danilo, el dañino, era un niño acelerado como pocos. Parecía siempre tener algo que hacer y demostrarle a todos los demás. Subía árboles para, recién arriba, plantear la idea de que subiéramos. Y aunque era uno de los mejores para la pelota, por esos días yo contaba con la certeza de que no se aparecería. Y así fue, hasta el día en que ocurrió lo del Cholo, más o menos así:

Caminábamos con los cabros de vuelta a la plaza, luego de haber robado aceitunas y maní en Lo Valledor. Comíamos y repartíamos el botín mientras avanzábamos hacia mi casa. Íbamos a buscar la pelota para jugarnos una pichanguita. En eso, pasamos por afuera de la casa del Kano, un viejo loco que vivía en la casa contigua a la de Danilo y que hablaba largamente en la plaza a cualquiera que se le acercara. Como siempre, nos ladró el Cholo, un quiltro negro que aún atesoraba entre sus facciones recuerdos de un glorioso pasado labrador. Ahora era un perro que sollozaba libertad desde su patio de cinco metros cuadrados, rodeado por sus propios mojones, soportándolos e incluso pisándolos. Mi padre decía que la cárcel mataba el alma de los seres. Yo de esa forma entendía lo demacrado que estaba el Cholo; como era un perro y no tenía alma, lo que se moría con el encierro no era sino su propio pellejo, y con él toda la dignidad de su estampa temida por tórtolas y conejos. La poca valía que le quedaba la gritaba a los cielos, mostrando sus colmillos infectados, pero aún temibles. El Freddy- maldadoso como pocos- acostumbraba a molestarlo, gritando y haciéndole muecas. Esta vez no fue la excepción, a pesar de nuestras advertencias. El Freddy sacó de su bolsillo todos los cuescos de las aceitunas que habíamos comido y, de a uno, comenzó a tirárselos al perro que se retorcía de ira e impotencia. El niño reía y tiraba los cuescos que caían entre los ojos desorbitados del Cholo. Se paraba en dos patas y se daba vueltas, desparramando su propia mierda en el patio. Nosotros le decíamos al Freddy que parara, pero a él parecía divertirlo mucho el sufrimiento del perro. En eso estábamos, cuando se abrió la puerta de la casa y tambaleándose salió el Kano. Estaba borracho y furioso por el escándalo del Cholo, pero sobre todo, por la actitud del Freddy, que para el Kano era la actitud de todos nosotros. Sin pensarlo, el viejo caminó hasta la reja del antejardín y la abrió, dándole paso al perro para que cobrara venganza por sí mismo. Nosotros, que estábamos en la vereda opuesta, nos aterramos y sólo atinamos a correr. Yo creo que no lo vi, porque me había dado vuelta para correr, pero de alguna forma persiste la terrible imagen en mi cabeza: el Cholo salió de la casa convertido en una bestia vengadora y, apenas se aprestaba a cruzar la calle para saciar su rabia con el Freddy, fue atropellado por una camioneta que luego le pasó por encima. El gemido fue espantoso, atronador. Caló hasta lo más profundo que pueden llegar los sonidos en el interior de mi cuerpo. En los espacios vacíos, del pecho y la cabeza, quedó reverberando durante algunos segundos. Ante nuestra impavidez y los llantos del Kano, las vísceras del Cholo se desparramaban grotescas sobre el pavimento. Toda la sangre del miserable no lograba manchar su pelaje, aún brillante, tan oscuro como el odio creado en él por el Freddy y que lo llevó a la muerte. El Kano sollozaba de manera atolondrada, haciendo pucheros y gritándole al Freddy "es tu culpa, es tu culpa pendejo culiao". Nadie de nosotros decía nada, menos el Freddy. De las casas aledañas se habían asomado algunas señoras con sus niños, a mirar la trágica escena. Entonces fue cuando se abrió la puerta de la casa verde y salió Danilo con bolsas de basura en sus manos. Llegó hasta donde estaba el perro, lo miró y luego, levantando la cabeza hacia nosotros, nos dijo "ya viren de aquí ahueonaos".




Polanco

20080819

Después del segundo pipazo se metió en la cama. Ahí estaba ella, tambien drogada y semi inconsciente por el copete ingerido. Él alucinaba por la pasta y veía a su amante como una musa rodeada de estrellas brillantes tras un fondo de pétalos negros. Lo más probable es que haya exacerbado la belleza de aquel ser poco agraciado que levantó en una de las rituales fiestas del barrio. No importaba, ahora realmente apreciaba lo esbelto de esa mujer y pretendía tener una noche que nunca olvidaría, por lo menos él, ella ya se estaba desmayando por el exceso. Pescó sus dos piernas y las separó, se acostó sobre el cuerpo casi muerto y palido de la supuesta diosa, y sin mayor meditación penetró. Cinco minutos más tarde unos espasmos epilepticos terminaron en una llamada de emergencia y en un montón de vecinos congregados que obstaculizaban el camino hacia la ambulancia.


infame

20080817

Cuando se abrieron los ojos de mis manos, pude ver que tenía dos manos tapando mis ojos.



Polanco

tuzonamastuzona




Anónimo crucé por todo el barrio, deseando sentir una nostalgia inexistente, extinta, perdida ya como todo lo que de esas calles había perdurado en mi memoria. Realmente dudaba que esas caras brillantes que pasaban a mi lado me miraran o siquiera se fijaran en mi presencia. Suponía que esos, que un día fueron mis hermanos, ya no me reconocerían entre estos harapos. Mejor así, yo ya no quería ser el espejo de nadie. Ellos no tenían nada que reconocer, porque yo ya no era el de antes, todo había sido demasiado real como para ser real. Aunque no me habían olvidado, frente a ellos, no me encontrarían jamás. Yo tampoco lo haría, jamás me volvería encontrar con aquellas calles y ese perpetuo olor a fritura, ahora sólo se impondrían los malentendidos, bromas que me gastaría a mi mismo y que los demás tomaban por tragedias. Ironías sobre ironías. Ya no me escudaría en nada, sólo podría reírme del hipócrita destello de ese mundo que presenciaba desde su centro exterior, como el aguilucho que se posa sobre las ramas más sombrías del árbol de los zorzales, ya sin hambre.

Doblando por una conocida esquina creí escuchar mi nombre, entonces me di cuenta de que toda mi renuncia no había sido sino una expulsión consensuada, demasiado maricona para ser llamada maricona, que nadie me quería allí y yo tampoco deseaba que me quisieran. Ellos trabajaban porque querían, yo respiraba porque quería, no había contradicción alguna. El vacío entre la espalda y el pecho se había llenado de ausencia; empezaba a llover y, como buen cliché, desde una ventana se escuchaba una música: "son gotas/ gotitas de lluvia/ que de tus ojos caen por tus mejillas". El presente volvía a correr al unísono con el pasado desacelerado; paralelos e irreconciliables. Había que puro virarse hacia tu zona más tuzona, y eso hago.







Zolanco

20080813

imagino que es hambre lo que siento
y es imaginada la sangre en el machete
¿cómo soportar tu muerte cariño entonces
si imagino que estás vivo?



Juancalavera

20080812

En el barrio se comenta que eres una puta rastrera de mala muerte, que se te ha pegado el sida y que le haces a la pastabase. Pero no te preocupes, por que no creo lo de la pastabase, sustancia unica para los chorizos.

infame

SOY DUEÑO DE UN CASTILLO CUYA PARED NO ES DE ÁTOMOS

—muchomuchacho


hombre, estás pisando en el aire
marchito, estás observando la nada
borracho, estás incubando el vacío



Juancalavera

20080811

¿Qué es la droga? Dices mientras clavas
tu jeringa en mi venita azul.
¿Qué es la droga? ¿Y tú me lo preguntas?
¿y TÚ me lo preguntas?


Juancalavera

20080804

COMBO Y ARRASTRE

tú no me quieres. ni siquiera recuerdas mi nombre.
¿cómo lo haré para culiar contigo?


Juancalavera

EL JARRAZO

20080803

con estos desastres nos vamos uniendo
o sea despertando parecidos en tristezas
o sea compartiendo la copa y el vacío

amado, esta noche te invito a mi cuarto
para ti he preparado mi vientre


Juancalavera
-Oye viejo tengo algo que contarte
-¿Qué pasó ahora?
-Pero no le contís a nadie todavía
-¿Qué cosa?
-Porque tú sabís que si le contai a la vieja...
-Ya poh vieja, ¿me vai a contar o no?
-Es que parece que estoy embarazada, tengo un mes de atraso
-No me diga
-Sí le digo
-¡Mira que bueno vieja!

En eso suena el teléfono. La vieja contesta.
-Aló, buenas tardes señora
-Buenas tardes...
- La llamamos porque tiene un mes de atraso
La vieja deja el teléfono y le grita al viejo: ¡viejo, viejo, se enteraron, ven a hablar tú!
-Aló
-Buenas tardes señor
-Buenas ¿qué se le ofrece?
-¿Hablo con la casa de la señora Malberta Soto?
-Así es
- Buena ella tiene un mes de atraso
-¿Sí y qué?¿a usted qué le importa?
-Es que tiene que pagar pueh.
-¿Y usté qué se ha creído?
-Bueno, si no paga se la corto no más pueh.
El viejo horrorizado deja el teléfono y le grita a la vieja: ¡vieja, vieja, me la quieren cortar, ven a hablar tú!
-Aló
-Señora, le decía al caballero que si no paga se la vamos a cortar
-Pero señor, no puede hacer eso
-Es que así es la ley
-Es que no podemos pagar, menos en esta situación. Somos muy pobres
-No puedo hacer nada señora, se la voy a tener que cortar
-Se lo ruego, dénos algunos días para conseguir plata
-No puedo
-¿Y qué hago yo?
- Va a tener que usar la velita no más pueh.

La vieja preocupada corta el teléfono. Mira al viejo, igual de preocupado, y le sonríe picarona. El viejo, nada de tonto, sonríe también.


Julio Polanco Varela
Reconstruyendo la historia, me acordé que esa madrugada caminaba con el Ñaja por Carmen con Victoria. Veníamos de un carrete donde Don Cuma, en el que habíamos bailado con unas chiquillas y no habíamos podido concretar por pura culpa del alcohol que nos vuelve inadaptados. Ya cansados de caminar, tratábamos de hacer parar un taxi. En realidad, trataba yo, porque el Ñaja es un flaite culiao "como el arroz", que sólo sirve para acompañar. Pasa un taxi, fuerte y prepotente, sin parar hasta el semáforo de adelante. Yo le grito "para po` sapo feo y la reconchetumare". Entonces del taxi se baja un hombre mediano, de cara media. "Chucha, si este culiao se bajó es porque es bueno pa los combos" pienso yo y saco mis manoplas. No sé qué hace el Ñaja en esos segundos eternos en que yo aleteo puñetes sin éxito. Le doy de pasada en una ceja. Retrocede. Yo en vez de rematarlo me confío y aprovecho de insultar. Se sube al taxi y hace rugir el motor. Yo sigo insultando. Entonces se baja con un bate. Intento correr, pero no alcanzo, me voy a piso en negro. Mentiría si dijera que recuerdo el golpe. Del Ñaja ni rastro mental. Cuando despierto estoy en esta posta ordinaria, al lado de este cuma culiao y cuidado por una enfermera cero aporte que no me da jalea. Mi vieja me cuenta que el taxista puso una denuncia y que voy a necesitar que el Ñaja testifique a mi favor. De nuevo me tiré.

polaco

20080802

401

Me subo a la micro, pongo mi pase escolar quebrado e inútil sobre el validador; como siempre, haciendo la mula de que pago por sobrevivir. La parte delantera está atiborrada de ancianos y mujeres temerosas, huele horrible. Avanzo hacia atrás donde está más vacío, hay un asiento, el último disponible, junto a una mujer crespa y hermosa. Me siento junto a ella y nos miramos de reojo, apenas las miradas se encuentran, rápidamente, ella se apresta a mirar por la ventana y yo a sacar un libro. No me concentro, la conversación que llevan dos viejas que están sentadas justo adelante mío trae atenta a toda la micro, o al menos eso creo. "Sí pueh, él es tan caballero y atento, no como el Herman que cuando llega en la noche quiere puro comer y hacer la cochiná" "ay mija, aprovecha entonces, piensa que este es un regalo maravilloso por lo mucho que te tocó sufrir antes" "eso mismo pienso yo, incluso el padre Ortiz me dijo lo mismo" "entonces pueh, de qué te avergonzai" "no es que me averguence, es que me da miedo que el Herman me pille" "Ay no seai lesa, si ese debe andar quizás dónde ¿como se va a enterar?" "si sé, si sé... pero igual po" "además con cuánta cochina se debe revolcar ese otro en sus viajes" "ay mija, ni lo digai" "es la verdad no más po" "sí, pero ni lo digai". La micro para y las viejas gordas se bajan. Dejan pasado a colonia. La micro ya no viene llena y, excepto el nuestro, todos los pares de asientos vienen ocupados por una sola persona que mira por la ventana. La muchacha que viene a mi lado me pide permiso para salir, yo me paro y la dejo pasar. Ella, en vez de bajar, deposita su curva humanidad sobre el asiento de adelante, donde venía la vieja gorda pasada a colonia con una historia de verdad para contar.
Por ahora, yo sólo tenía ésta.



Polanco
Alguna vez, riéndote sola,
abrochaste tu sostén pensando
que horas después sería yo
quien te lo desabrocharía.
Hoy exploro otras latitudes,
y tu ríes de otras tonterías.


Juan "Ni un brillo" Calavera