20080822

Cuando el profesor preguntó nuestra opinión sobre la obra, Millaray, una loca de mi curso, cuica, rica, engrupida y ciega de su fracaso, dijo que le había parecido una historia demasiado banal, sin ningún mensaje para el público, recargada a lo grotesco y al doble sentido. Yo, tratando de ser lo menos corrosivo que me permitiera mi rabia, intenté enarbolar una teoría sobre la seminalidad femenina para explicar los chistes que no recuerdo de qué manera se conectaba con la idea de que el olvido es una idea metafísica, como la muerte, porque existe sólo en forma de ausencia. Como no supe darle un buen remate a la explicación, se me ocurrió que la mejor alternativa era lanzar algunas chuchadas a los benjamines de la cultura que sólo miraban hacia arriba, al cielo, y hacia abajo, al infierno; nunca hacia la ventana del lado, por la que se asomaba un auxiliar con una mancha de vino- o betarraga- en el delantal. En eso, Millaray se rebajó el escote y levantó la mano indignada para decir "no se preocupe profe, el piter intenta ser una especie de provocador, pero ni siquiera eso le sale bien". Yo, al verme aludido sin ningún ánimo de discutir, interrumpí "¿y que weá?- si no te provoco, no cacareai tanto poh, PAJARONA". Desde ese momento perdí toda esperanza de vengarme en la cama; la guerra era explícita.




Polanco

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