20080720

"¿Qué le pasa a la niña, vieja?" "ay no seas copuchento, la Laurita ya no es una niña y tiene derecho a su intimidad" "Pero si no es de copuchento, es sólo que si mi hija va a andar saliendo con alguien me gustaría enterarme" "Por supuesto, si te entiendo", "¿Qué cuchichean tanto ustedes dos?""Nada mija, usté sabe como es su papá" "¿Cómo soy yo, a ver? y usted, mijita ¿Por qué se arregla tanto?" "No, nada...tengo qué hacer".

Apenas retumbaron sus hombros, Laura supo que había cerrado la puerta con demasiada fuerza. "Bueno, fue sin querer" se dijo, y redobló el paso. A pesar de que acostumbraba caminar por Villasana hasta San Pablo, esta vez dobló en la primera esquina. Cuando lo hacía, se imaginó, o quizás vió, a su padre asomarse en la entrada de su casa ya destinada al olvido. Se sentó en el escalón de la puerta de una casa. Sacó el espejo y encendió un cigarrillo. Se pintaba los ojos cuando se abrió la puerta. En un eléctrico instante, Laura guardó el maquillaje, el espejo, se puso de pie y le sonrió al joven barbudo que salía de la casa. Él respondió con un arqueo de cejas y un "hol.." que se diluyó tímidamente, como su mirada en el pavimento. Recién cuando él se alejó, Laura recordó que tenía un cigarro acumulando cenizas en su mano. Le dio una bocanada, sabía mal. Dejó pasar algo de tiempo y luego caminó hasta el paradero. Esperando la micro estaba el joven de barbas mirándola, o al menos eso le pareció a Laura que creyó haber alcanzado a cruzar una mirada con él, antes de que se concentrara en el horizonte desde donde aparecería la micro. Ésta no tardó mucho en aparecer. El muchacho también subió, pero a diferencia de Laura, no consiguió un asiento. Ella lo miraba e imaginaba una conversación consigo misma. "Sólo falta que él sea Max""¿Te imaginai?""Sería muy divertido... además es muy rico" "Ojalá entonces que sea él" "No creo, acuérdate que Max es rapero y este que viene acá más bien parece un mendigo" "Igual me mira... mejor leo algo". Sacó de su cartera El pan de los años mozos de Heinrich Boll. Abrió el capítulo uno y empezó a pasear los ojos por sobre las letras. Trató de concentrarse, pero le resultó imposible; su cabeza estaba puesta sólo en el esperado encuentro con Max. "¿y si a él le gusta Boll y se da cuenta que no he leído tanto como él y me encuentra tonta?" "que raro nunca haberle hablado de libros" "¿y si me encuentra muy perna?" "mejor no le voy a hablar nada de Boll". Laura guardó el libro y miró hacia afuera; ya iba en la Plaza de Armas. Su vista buscó al muchacho de barbas, pero al parecer ya se había bajado. Sacó su personal y se puso a escuchar un compilado que se había hecho la noche anterior, mientras chateaba con Max. Sonrió al pensar en lo patética que era la situación. "Nadie puede enterarse de esto" "y yo que me burlaba de la Katty". En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en Plaza Italia. Tocó el timbre y bajó. Los nervios la consumían completamente, por lo que prefirió darse una pequeña vuelta por el parque antes de ir al Telepizza, punto de encuentro. Además aún le quedaban cinco minutos. Decidió que era buena idea ir a comprar cigarros para rellenar un poco el tiempo. No quería estar antes que él, mirando a todo el mundo que se parara ahí para ver si cumplía con la descripción de Max. Prefería que él la reconociera como Laura, la muchacha baja, de pelo castaño, con un abrigo negro y un pañuelo verde. Cruzó el Puente Pío Nono para comprar cigarros. Ahora tenía dos cajetillas y ni siquiera le gustaba tanto fumar. Prendió un cigarro, estaba realmente nerviosa. Inhaló tan fuerte que su pecho se infló y, con él, su valentía y personalidad. Ya no había vuelta atrás. Caminó rápido, mirando desde lejos el punto de encuentro. A priori, no veía a nadie que cumpliera con la descripción. Cuando estuvo afuera de la pizzería, corroboró su impresión. Miró su reloj, estaba siete minutos atrasado.

Joao Sabrosa

No hay comentarios: