20080715

Intenté con una antología del materialismo poético del siglo XIV, con el doble ladrido pastabasero de una mujer histérica y con la monía demaníaca de preferir el silencio de las risas al silencio de la pantalla. Nada resultó y no se bien por qué.

Me revolqué sobre la tierra fértil, tragué mis piedras y sus dientes, invoqué el vómito y sólo llegó el silencio, y luego el ridículo. Entonces vino la obsesión por los alambres y las formas y los sonidos y las manos y la renuncia a la comunicación. Fustigué las ideas hasta expulsarlas en forma de sudor, deambulé sin dirigir la mirada, huyendo, siempre huyendo.

Entonces me encontré con el agua, con el río y el cielo que volvía a ser azul, inmenso, nítido, fresco. Cultivé, sembré, comí, crecí, luché y perdí; todo para volver a escapar sin sentido, con la misma rabia de siempre.

Polanco

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