20080617

de manera académica

El Corcho era un pordiosero que llevaba mucho tiempo buscando la forma de publicar un libro. Para ello había entrado a la universidad; en busca de jóvenes lo suficientemente estúpidos para creer o simular que detrás de toda la palabrería sin sentido que escribía, había cierto sentido poético o, incluso, metafísico. Lo del Corcho no era muy logrado, pero sí novedoso. Él la llamaba poesía poética o arte artístico. Seguramente no satisfacería ni a los críticos literarios, ni a las amas de casa ávidas de leer las aventuras que la escoba les niega. Al Corcho le importaba un rábano eso. Sus más cercanos aseguraban que el libro era sólo una pieza de la obra que completaría luego con otras formas de manifestación.
Luego de algunos meses sobrepoblados de alcohol barato y falta de inspiración, el Corcho ya era parte de la universidad. Había presentado su libro a cuanto fondo concursable existiera, sin buenos resultados. Un mal día, ya en desesperación, decidió recurrir al alto poder académico. Con el libro en una mano y el gollete de una botella quebrada en la otra, entró a la asquerosa oficina del asqueroso director -que además era profesor de redacción- y lo encaró:
- ¿Hasta cuándo espero que publiquen mi libro?
-Mira Corcho, cálmate. Esta no es la forma en que se hablan las cosas en una universidad.
-Cállate viejo conchatumadre, quiero saber cuándo van a publicar mi libro.
-Bueno... no se puede hablar así- dijo el director, mientras intentaba tomar el auricular de su teléfono. De inmediato el Corcho lo amenazó con el gollete, a lo que el director reaccionó con miedo.
-Está bien, está bien. Cálmate. Siéntate acá y conversaremos de tu libro. No creas que no lo he leído.
Nada más escuchar este comentario, la cara del Corcho cambió completamente. Se sentó y dejó el gollete en el piso (lo suficientemente cerca para tomarlo sin problemas).
- Cálmate ¿Quieres un café?
- No, hablemos del libro.
- Está bien. ¿Qué quieres saber?
-¿Por qué no lo han publicado?
-Mira... la facultad cuenta con pocos recursos y...
-¿Les pareció bueno?
- La verdad sólo lo leí yo y...
- No le gustó.
- Yo no lo diría así.
-¿Entonces?
- Es sólo que tu estilo maldito ya está un poco repetido.
-Mi estilo no es maldito.
-Bueno, a mí si me pareció.
-No lo es conchetumadre.
-Mira, no es lo que les enseñé a ti a tus compañeros sobre la efectividad de la redacción.
- Ya sé que no es eso.
- Pero tampoco es otra cosa que pueda suplir las viejas fórmulas.
- Ya sé que no es eso.
- Entonces ¿Qué es?
- Arte artístico.
- ...
- Poesía poética.
- No te sigo, pero dime- el director le arrebató el libro y abrió una página al azar-, por ejemplo ¿Qué quieres decir con frases como "no hay drama en esta historia, sólo la manifestación de una herida que nunca cicatriza, el detalle de un hecho inocente cotidiano como sudar o como volver"?
- Quiero decir que en esa historia no hay drama,
sólo la manifestación de una herida que nunca cicatriza, el detalle de un hecho inocente cotidiano como sudar o como volver.
-¿ Y qué más?
- Qué se yo, no puedo centrar y cabecear a la vez.
- Yo no cabeceo nada con esto. Siguiendo con tu metáfora, es como si fuera un centro demasiado alto.
-No siga con mis metáforas, invente las suyas propias.
- Bueno, es como un tren que no para.
- Invente las suyas propias le dije, esa es la misma.
- No es el tema. La cosa es que nosotros nos jugamos nuestra imagen con lo que publicamos.
- ¿Y esto enloda la imagen de la universidad?
- De cierta forma, sí.
- ¿Yo enlodo la imagen de la universidad?
- No quise decir eso.
-No se excuse, viejo maricón, si me importa un pepino. Mucho lodo le falta a esta mierda.
- Si tú lo dices...
- Usted también lo dice, pero de manera académica.
- ...
- Ya me parecía que era un viejo maricón.
-...
- Viejo maricón.
-...

En ese instante, el Corcho, enceguecido por la furia, empuñó el gollete de la botella para reventarlo sobre la manchada calvicie del director, pero éste, mucho más rápido y sin que el andrajoso siquiera pudiese darse cuenta, sacó del escritorio un revólver con el que pegó un tiro en el brazo de su enemigo. El Corcho cayó al piso, aullando de dolor. El director se puso de pie con el arma en la mano y apuntó a la cara del estudiante.
- Di tus últimas palabras, hijo de puta.
El Corcho lo miró, lleno de odio y le dijo- Veís mucha tele, impotente culiao.
El director rompió en una sonora carcajada que no se detenía jamás. En eso, el Corcho que veía a su interlocutor en un ataque de risa se incorporó e intentó salir corriendo, pero un grito del director lo interrumpió.
- Detente ahí o te mato.
El Corcho se detuvo.
-¿Quieres que publique tu libro?
- Sí- respondió el maloliente.
- Bueno, ten por seguro que lo haré- dijo el director y jaló el gatillo.


Polanco


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