20080530
Cristo no es un héroe
que llora la muerte de sus asesinos
¿Tanto miedo le tenemos a la muerte?
¿Nos duele el dolor ajeno sólo cuando está institucionalizado?
A Lemun, Catrileo y Cisternas
¿Los pacos les rindieron homenaje?
Pero nosotros somos mejores que ellos
dirá el mamón
Y claro
claro que sí,
pero no por compadecernos hasta de las hormigas
- que ahora mismo torturo-
sino porque nuestro actuar está legitimado
por la sonrisa de todos
que aunque también sea mentira
es un sentimiento
no una orden
una verdad con la que vamos a morir
y nuestros hermanos seguirán defendiéndola
con nuestra triste alegría.
Polanco
20080522
...
infame
20080521
NARCISO
infame
20080518
Instinto
nos van a humillar
nos van a patear
nos van a ignorar
nos van a echar
nos van a robar
nos vamos a morir...
y aún así
no vamos a parar.
Polanco
Charlie, el Ángel

infame
20080517
Vida familiar
Pasan algunos minutos y el pasti se ve interrumpido por un estridente grito: "Está servido el almuerzo"- es madre pasta que exige su ritual. El pasti sale de su cama y recién entonces se da cuenta de cuán mareado está. Baja las escaleras y se sienta ante las punzantes miradas que vienen desde todos los rincones de la mesa. Lógicamente, lo primero que hace es servirse un poco de vino. Madre pasta mueve la cabeza sutilmente, en gesto de reprobación
Todos comen callados durante un rato, hasta que el pasti comenta con exagerada alegría "es la comida más exquisita que he probado en mucho tiempo". La cara de madre pasta esboza una sonrisa inmediatamente y el ambiente cambia. Ahora el viento sopla a favor del pasti que, consciente de su estado de gracia, se larga con un discurso sobre la libertad y la lechuga. Todos escuchan atentos y por momentos hacen comentarios. El pasti está feliz. Todos los demás también, terminan el almuerzo entre risas y consejos. Entonces suena el teléfono y madre pasta contesta. Es para ti, le dice al pasti que se siente como un rey.
-Aló?
-Aló culiao-¿qué tal el hachazo de Michimalonco?
-Piola ¿y voh?
-En dos sílabas, chomier...
-Piante la weá.
-La cagó.
-Oye
-¿Qué wea?
-Estoy haciendo un asaíto, ¿Por qué no te venís pa acá?
-Wena.
-Ya poh, te espero, trae weas pa la mente.
-Obvio, voy pa allá.
El pasti corta y mira su familia. Nuevamente el viento sopla en contra, más fuerte que nunca. Entonces el pasti piensa en alguna excusa, pero se da cuenta de que es imposible. No hay nada que hacer, sólo retirarse y seguir pastiando.
Polanco
Pánico
infame
20080515
Y ahora qué?
ni en los ríos, ni en la muerte
ni en el amor, ni en los perros
ni en la adicción, ni en los sabios
ni en la vida, ni en los cerros
ni en los feriados, ni en el odio.
No hay grandeza.
Y no es culpa tuya
ni de los viejos
es sólo que una estrella cayó
y ya nada volvió a ser lo que era
y ahora
simplemente
No hay grandeza.
Polanco
20080514
Mala cosa
en todos los sentidos posibles,
no me voy a poner a llorarle la carta a nadie
sólo advierto lo de siempre:
Alguien tiene que pagar los platos rotos,
y ese alguien van a ser los pacos.
Polanco
20080512
Día a Día
la esfera no predice
solo controla desastres
así todo sucede sin destruir nada
en un monótono fluir diario de mierda.
infame
20080511
Demasiado cerca de Puerto Aysén
Las víctimas del Volcán Chaitén están pagando platos rotos ajenos. Cuando comenzó a moverse el volcán, la Onemi y el Departamento de Vulcanología les sugirieron que echaran al cráter a la más hermosa de sus vírgenes. Ni en el pueblo de Chaitén ni en Futaleufu encontraron alguna.
Juancalavera
Terapia de auto-ayuda
-¿Qué?
-...
- Funa el tato rubio que viene ahí
-Te estoy hablando weón.
- ¿Qué poh?
- Uhhh
- ¿Funaste?
- Sí weón
- ¿Qué me ibai a decir?
- Se me fue
- Ah, funa el tato moreno que viene ahí
- Ah si
- Uhhh
- Tenemos que cambiar esta vida weón
- ¿Qué wea?
- Todo el día en esta mierda
- Ah
- La prueba de hoy weón
- ¿Qué?
- Nos estamos hundiendo en el Mar Rojo
- Sale culiao
-¿Qué sale?- no hemos visto el cielo azul en todo este año
- Me da lo mismo weón, porque yo soy el elegido de Dios, el que puede abrir el Mar Rojo cuando lo necesite y cruzar. Luego subir una montaña y conocer la verdad y la vida. Ese soy yo.
-...
-...
- Ya sácate otro que vienen los egipcios.
Polanco
20080510
2
Sólo bastaron semanas para que cambiara a todas mis amistades futboleras por Danilo, el dañino. Me juntaba todos los días con él para conversar, caminar y hacer todo lo que un niño de 8 años puede hacer en ese intertanto. Me enseñó a usar la resortera que mis viejos nunca pudieron prohibir efectivamente. Aunque ellos no supieran apreciar esas verdaderas obras de arte hechas de ramas, scotch y un elástico, y me las escondieran, rompieran o botaran, yo siempre me las arreglé para moverme con mi resortera y una piedra en el bolsillo.
Recorríamos bastas extensiones de Cerrillos en busca de nada. Nos gustaba caminar hasta donde nos dieran las piernas, siguiendo la abandonada línea del tren o el zanjón de la aguada. Ya entonces me gustaba deambular por sitios eriazos, entre la maleza, los ratones y los televisores quemados.
Un día, caminando por la línea del tren, llegamos hasta un lugar en el que parecía haberse acabado la ciudad. El sol ya se había puesto y, aunque el cielo aún conservaba su claridad, Santiago a lo lejos ya había encendido toda su luminaria. Cuando miramos atrás y nos dimos cuenta de esta imagen, ambos, sin mediar palabra alguna, decidimos que debíamos detenernos y contemplar. Nos sentamos sobre el riel y miramos en silencio, con un respeto inmenso, como caía la noche. Lo recuerdo como si fuera ayer.
Entonces Danilo, el dañino quiso consagrar el buen momento. Sacó una goma de su bolsillo- por lo que me di cuenta que lo tenía planeado desde antes- y me preguntó:
-¿Tenís la marca del indio?
Yo, que no sabía qué era eso, le contesté que no, con una mezcla entre miedo, curiosidad y alegría.
-Puta gil culiao, no podi ser tan pollo. Pásame tu mano- me dijo.
Aunque lo dudé, se la alcancé de inmediato. Él, conforme con mi respuesta, me advirtió que lo que venía iba a doler. Y así fue; todavía tengo en la mano una cicatriz que me recuerda el ardor que sentí mientras Danilo, el dañino frotó la goma en el reverso de mi palma, hasta sacarme sangre por segunda vez. Yo resistí sin decir palabra. En ese momento, quejarse hubiese sido una deslealtad a la confianza y el cariño con el que Danilo, el dañino me lastimaba. No habría sido digno de un indio.
Sin embargo, el dolor nunca es gratuito. Aunque nunca le mencioné palabra sobre la herida, apenas volvimos a la ciudad, caminando por el mismo riel que nos había llevado lejos, me busqué una excusa para pelear. Creo que me empecé a burlar de sus zapatillas rotas para hacerlo enfadar. No hizo falta mucho esfuerzo para que la riña se armara. Fue como si el asumiera que intentaba dañarlo deliberadamente. Un par de chuchadas y nuevamente estábamos peleando. Nos tiramos el pelo y nos dimos de puñetes y patadas. Ambos estábamos sangrando cuando me di cuenta de que Danilo, el dañino buscaba alejarse para sacar su resortera y decidir el combate. No sé cómo, pero en ese momento, como un regalo divino, saqué un derechazo bajo digno de José "Mortero" Sánchez. Le di mi mejor puñete justo sobre el estómago. Él, inmovilizado, soltó la resortera y cayó al piso como un saco de papas. Creo que le di una innecesaria patada en la espalda y me fui. Danilo, el dañino quedó tendido en las tinieblas, sobre la línea del tren, llorando de rabia y humillación. Al regresar a mi casa mi vieja se escandalizó al verme sangrando nuevamente. Me retó como nunca y me prohibió volver a juntarme con Danilo, el dañino. Yo sólo escuchaba callado, acatando la reprimenda. Entonces, cansado ya de ese monólogo autoritario, vomité una frase cargada de rabia que me produce confusión de sólo recordar. La miré a los ojos y le dije: “Alguien tiene que pagar por los platos rotos, y ese no voy a ser yo”. No entiendo cómo pude decir algo así, algo que a los 8 años no pensaba en lo absoluto. Fue como si se hubiese abierto una brecha temporal y de mis infantiles labios hubiesen salido palabras pronunciadas por mi boca adulta, palabras que me hacen sentido y que lo seguirán haciendo. Alguien tiene que pagar los platos rotos, y ese no voy a ser yo.
Polanco
1
Luego de mi primer encuentro con Danilo, el dañino, llegué a mi casa con un corte sobre la ceja que emanaba profuso chocolate. Mi vieja me hizo curaciones y me retó. Tenía 8 años y era la primera vez que recibía tanto daño físico; el peñascazo de este maricón no me sacó un ojo porque él decidió que asi fuese. Danilo, el dañino era capaz de matar a un gorrión a 30 metros con su resortera y luego rematar el cadáver desde más lejos. No fallaba. Flaite como pocos, de niño, Danilo, el dañino, vivía en el conventillo donde movían la merca de la población. Era un petizo moreno de orgullosa cara de indio que deambulaba con sus mocos colgando por todo Buzeta probando su precisión con la resortera. Ese día se me reveló un nuevo abanico de posibilidades que nos están permitidas en este mundo; conocí lo que era el miedo, la rabia y el dolor de una forma que hasta entonces no me había sido permitida. Hasta antes de ese piedrazo, yo sólo había sufrido por caídas o accidentes. Nunca alguien me había golpeado o, por lo menos, nunca había tomado conciencia de que alguien podía hacerlo y, peor aún, podía hacerlo por el placer de satisfacer su odio.
Poco después descubriría que estaba equivocado y que Danilo, el dañino no me odiaba. Simplemente, esa era su forma.
Fue semanas más tarde cuando, después de haberlo evitado por miedo, se apareció por la plaza mientras jugábamos con los cabros a la pelota y con la timidez que sólo alguien que vive en la marginalidad puede tener, preguntó: “¿Se puede jugar?”. No tengo claro por qué razón me apresuré a responder antes que todo el resto de mis amigos- perplejos y temerosos ante ese tigre que inexplicablemente deseaba ser domesticado-, “Obvio que se puede, tú jugai pa nosotros” y lo integré a un grupo de niños que no lo bienvenían. Como suele suceder, la pelota limó pronto todo tipo de asperezas. Recuerdo de ese partido haber gambeteado como nunca a algunos amigos y haberle cedido a Danilo, el dañino habilitaciones perfectas que él siempre supo canjear en goles. En ese momento conocí la amistad. Hasta entonces, sólo me había divertido con otros niños. Nunca me había importado que otra persona se divirtiera y mucho menos había concebido la satisfacción ajena como propia. Entonces, luego de casi cinco horas de jugar al fútbol sin interrupción, escuché el chiflido de mi viejo que indicaba que iba a tener que entrarme a la casa. Como la pelota era mía, eso significaba el final del juego. Movido por el entusiasmo de la nueva amistad me decidí ese día a regalar la pelota al grupo. Ahora el balón iba a ser de todos y todos lo cuidaríamos. Años después comencé a pensar eso de todo el resto de las cosas; alteré mi noción de propiedad y viví muchos años pensando que nada era de nadie y todo de todos, que las cosas eran propiedad de quién se entregara lo suficiente a ellas como para conseguirlas. No sé si en la práctica esos años ya hayan pasado o siga creyendo de la misma forma que cuando regalé esa pelota; es sólo que ya no sé cómo averiguar lo que pasa frente a mis narices.
Polanco
20080508
Homo laburis
Comentario escuchado en los pasillos del diario La Tercera.
Polanco
20080507
¿Qué le están echando a la cerveza?
Polanco
20080505
pa Polanco
Juancalavera
Mozambique
-¡A
que
no
me
no
que
A!
Alarido que desde las entrañas de nuestra seguridad vomitamos en la cara de peligrosos enemigos, sólo para sabernos inexpugnables, para cerciorar algo que sospechamos desde la primera vez que nos mintieron: la palabra cuando tiene fuerza no necesita razón.
Polanco
20080504
Carta a A.Hoffman (1906-2008):
Hoy adscribo a su sustancia.
Le doy mil gracias.
Juancalavera
20080502
El Consejo
-Hola chika ¿Como estay?
-Bien, ¿y tú?
-Aquí, bien... ...Oye ¿Querí hacer algo hoy día?
-Sí, dale, estoy sola en la casa.
-Ya po, en media hora estoy allá.
-Te espero.
-Sí, de todas maneras, chao.
infame
20080501
CLASES DE SALUD FINANCIERA
En el deseo general de los recursos humanos, mis hermanos, no hay lecciones aprendidas. Tras siglos (siglos románticos) jamás jamás se han visto tan noqueados.
Juancalavera
Una caña cruel
ni llaves
ni pase
ni plata
ni familia
ni libros
ni comida
ni amigos.
Sólo soy un zangano en el día del trabajador.
Polanco