20081021

Hasta que un día, todos los días se volvieron un gran día interminable y nosotros renunciamos a esa elección que nunca tomamos. Estábamos ya absueltos, mas la decepción y el menoscabo no desaparecieron. El cariño negro que calmaba, momentáneamente, esa gran herida común se volvió un parásito.

Oscuros heraldos nos visitaban para recordarnos su temor a la vida, nuestro amor a la muerte. Nada les decíamos y bebíamos un poco más, silenciosos. En mi mente resonaba constantemente la frase "no soy quien, mas... no soy quien, mas".




Polanco

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